jueves, 13 de julio de 2023

ELEMENTOS

 

ELEMENTOS

 

Nekromantik

 

Sin estrellas debajo de las manos

no hay guías en el camino.

            Cuatro en la tierra

descansan la cabeza en el musgo.

Los seres de la montaña

acarician suavemente la espina dorsal,

serpiente hembra

que ha sacrificado su veneno

para dar la clave

y penetrar a la cueva.

Oscuridad del fin del mundo,

del inicio de los tiempos.

Alimento de fauces desgarradoras,

sangre de muerto.

            Tres en el agua

alzan la humedad

desafiando a los dioses,

la luna les absorbe hacia el infinito.

El líquido pútrido

brilla en la hoja,

se hace transparente, invisible,

sé consume en lo negro

al completar el ciclo y volver.

Volver a ser de adentro,

del misterio interior

que envuelve todo con humedad.

            Dos en el viento

cuentan historias de víctimas,

traen el sonido de los ancestros,

esos que anuncian la rasgadura.

En cada paso de ascenso

penetran, hacen orificios

y van vaciando la sustancia,

van condensando los dolores,

para hacerlos lágrimas de humo.

Únicamente serán derramadas

cuando se vuelva a ser feto.

            Uno en el fuego

retorna después del viaje,

luz y calor son inútiles.

Una oruga deforme vive en las brasas,

rojas semillas de granada

sé consumen a sí mismas

para purificarse en mariposas.

Efímeras llamas

            vuelan

                        y mueren.

 

                                              

viernes, 23 de junio de 2023

EXTRAÑO CASO

 

 

EL EXTRAÑO CASO DE UN EXTRAÑO QUE ES VISTO POR OTRO EXTRAÑO O CUANDO LAS MIRADAS SE CRUZAN Y NOS SORPRENDEMOS VIENDO AL QUE MIRA DESDE EL ESPEJO EXTRAÑADO DE LA MISMA MANERA QUE EL QUE ES MIRADO

Reflexión en torno a las ideas que sustentan el mundo y se mantienen por la fuerza de la miseria humana

 

ESCRITO POR NEKROMANTIK

AD TEMPUS INEXSTINCTUS

 

Hace tiempo, mientras viajaba en un autobús de la ruta 18 Cuautepec-Indios Verdes, un retén policiaco detuvo el transporte para hacer una inspección de los pasajeros en busca de cualquier elemento que pudiera ser peligroso en manos de gente ordinaria como los que en ese medio nos transportábamos. Acompañaba en ese día a un insigne y noble joven procedente del Condado de Coacalco, un Sir de linaje campirano y rupestre enamorado de la buena música de rock urbano. El caso es que los buenos agentes del orden procedieron, pistola y armas largas en mano, a hacer la revisión de los varones para permitirles abordar nuevamente el autobús y continuar con la marcha. Caso curioso, los últimos en ser revisados y en los cuales prestaron mayor atención fuimos mi compañero y yo; sin embargo, también a él le reconvinieron amablemente que abordará nuevamente la unidad. A mí me detuvieron todavía un rato más haciendo una revisión más minuciosa y con miradas francamente amenazadoras y suspicaces. Aunque presente mis credenciales que me acreditan como un oscuro profesor de filosofía de una Universidad, la actitud de los agentes fue francamente hostil y amenazadora. Con todo candor e ingenuidad me permití preguntar al policía que en ese momento pasaba nuevamente sus manos por mis tobillos buscando algo oculto: —¿por qué a mí me detienen más tiempo y a los otros varones ya los han dejado subir? Su respuesta me causo una impresión producto de lo inesperado de la misma: —¿pues qué no te has visto? Me dejaron abordar, pero esta situación provocó en mí una reflexión que me acompaño largo rato y me permitió comprender algunas cosas de la vida.

          Y es que el maldito policía tenía razón, pocas veces, si no es que ninguna, me había puesto a mirarme a mí mismo y ver la proyección de ese mí mismo hacia el exterior; nunca me había, ni me ha, importado la forma en que los otros me miraran, pero he ahí que las palabras del policía me hicieron voltear a mí y verme como la imagen del espejo que soy: un extraño. De repente entendí el porqué de las miradas de temor que ciertas personas me dirigían en la calle al cruzarse conmigo, o el por qué quienes me saludaban y me veían con cierto afecto eran personas de las llamadas parias: borrachos, drogadictos de la calle, prostitutas y asaltantes, vagabundos; todos ellos, y otros, cada uno a su manera me daban una señal que, ahora entiendo, les permitía sentirse identificados conmigo de alguna manera. Porque ellos también son los extraños.

          Es que en el mundo hay formas de ser bajo las cuales las estructuras que conforman la dimensionalidad de las cosas se ordenan; el diseño de la realidad está dado de antemano y las ideas en torno al universo se van desarrollando a partir de la repetición constante de ellas mismas en las mentes y pensamientos de los seres humanos. Podríamos decir que la realidad es una costumbre, o que lo real se constituye como tal por fuerza de la costumbre. Y por eso es peligroso que algo suceda o exista fuera o contra esa costumbre.

          Estamos acostumbrados a ser lo que somos, a ver lo que vemos, a sentir lo que sentimos. En nosotros se ha colocado una gruesa capa de imágenes, ideas, sensaciones que hacen que nos presentemos y representemos como lo que estamos acostumbrados a pensar que somos. Pero, ¿en realidad somos? La fuerza de la costumbre ha hecho que creamos que nuestra presencia en el mundo responde a las imágenes que proyectamos en los otros y que nos muestran la forma en que esos otros nos miran y conciben. Así, también yo soy lo que proyecto al mirar a los demás y al pensar en lo que son y en como son; entonces, eventualmente hemos llegado a ser lo que esta fuera de nosotros mismos: mi yo es el tú de los otros, yo desconozco mi yo.

          Por eso causa tanto asombro cuando alguien o algo nos obligan a voltear la vista hacia uno mismo; nos ponen frente a un espejo que nos devuelve una imagen no codificada en nuestras costumbres y nos damos cuenta de que aquello que alcanzamos a vislumbrar detrás de la normalidad es, precisamente, un ser extraño.

          Todos somos extraños para nosotros mismos. En cuanto nos vemos a través de los otros somos gente normal, nos comportamos de tal o cual manera para ser aceptados como un yo en las complejas estructuras relacionales de los demás; nos vestimos, nos acicalamos, hablamos, caminamos, pensamos, todo en función de hacer que esa falsa imagen del yo-otros se mantenga como algo sólido a través del espacio-tiempo. De otra manera no soy, no humanidad ni singularidad.

          Los seres espejo, aquellos que nos muestran lo que hay detrás de la imagen, no abundan en las sociedades modernas, han sido sistemáticamente orillados a la marginalidad y al desprecio. Causan desconcierto en las normas de conducta y pensamiento de los ordinarios y son vistos como una anomalía que hay que mantener alejada porque muestra los más profundos temores de cualquier ser humano: dejar de ser lo que es, dejar de ser yo. Porque la forma en que los extraños se presentan sorprende la mente y los sentidos de formas inusuales que llevan a la necesidad de reconocer en aquel ser algo de lo que late en lo más profundo de la cáscara que es la personalidad con la que el ordinario enfrenta el mundo. Todos quieren ser como el raro, romper con las formas prejuiciosas con las que se mueven en la mísera sociedad; todos quieren ser salvajes, dejar de ser correctos, ser simples y desordenados. Pero no se atreven por el pánico que les provoca la idea de dejar de ser; se aferran a su ego como un náufrago a una madera flotante, sin saber que el inmenso océano no es ajenos, que es parte de sí mismos. No ser, dejar de ser; he ahí el más terrible miedo, el ultimo pensamiento al que se quiere llegar.

          Porque el extraño no es, ya no es. Ha dejado de ser en algún momento de su existencia, tal vez ha vuelto a ser el niño que nunca fue. No es como tú, no viste como tú, no habla como tú, ni piensa como tú. Pero tampoco es como él, ni viste ni habla como él, ni siquiera piensa como él. Hay en el extraño un pleno no ser, algo tan ajeno a todo que recuerda al estado primigenio de locura del arcano cero del tarot: principio y fin unidos en una misma acción y en un mismo instante. El extraño es aterrador porque muestra el infinito, la infinita esencia de la existencia en el no ser y el no hacer.

          Su hacer es un no hacer, lo que hace no es lo que se hace sino lo que no se hace. Su decir en un no decir. Su ver es un no ver.

          Por eso el espejo que es un extraño no refleja nada, sólo indica la presencia de lo desconocido, lo impensable. Tal vez yo solo sea el reflejó de un oscuro profesor de filosofía, aquel que vive sin estar vivo, que ha nacido para ser vergüenza ignominiosa de la humanidad. Por eso les doy miedo a los otros.

VÍA MORTIS

 

VÍA MORTIS

 

NEKROMANTIK


0

El sabio dice que la muerte nos espera y debemos arazarla en el camino. El tonto dijo que la muerte nos empuja con su aliento para hacer el camino.

 


I

El cuerpo siente el movimiento de expansión y concentración: vida y respiración. El alma vibra con el flujo del ser: yo y pensamiento. El espíritu se hace uno con la Diosa: soledad y muerte; eso es TODO.

 


 

XIII

Nunca podemos ver nuestro esqueleto, solo lo soñamos. La carne que miramos es ilusión, la verdad está en el sueño que no tiene sueños.


 

XV

En la palma de mi mano se sienta la muerte. Cuando se levanta, ni todos los dioses pueden detenerla.

 


 

VIIII

Si aprendemos a ver aprenderemos a morir. Solo en la negra pupila del muerto le vida se hace de la luz.

 

II

Cada momento del tiempo es una herida que la uña de la muerte nos provoca. Mientras más profunda y sangrante es la herida, mientras más se hunde el hueso negro, más nos sentimos vivos. 


  

XVIII




No hay vacío en la tumba, toda está llena de la muerte. En la tumba, la vida muestra sus verdaderos ojos: uno es luna llena y otro es luna nueva.





miércoles, 14 de junio de 2023

CONIUNCTIO

 

CONIUNCTIO

 


                                                                                                                                                Nekromantik

 



 

Tu vientre gime a mi lado,

mientras tus uñas crecen en mis dedos

tu aliento sale por mi pecho.

Juntos levantamos pesadas piedras,

buscamos fulgor de estrellas,

 en la melancólica tierra

sembramos huesos de panteón,

acariciamos la sombra de lo invisible.

Has entrado por mi boca

como misericordiosa depredadora de sueños

consumes mis residuos poco a poco,

me obligas a postrarme a los ojos de la noche

a vivificar espectros que antes no veía

a caminar sin mover los pies;

sentir que no hay movimiento en el suelo

cuando giramos en un ciclo,

en un origen devorando un final

alcanzamos a meter las manos

en los reinos de la demencia.

Has venido a enseñarme,

como un espejo sin imágenes

reproduces los sufrimientos,

un miedo sagrado escurre leche de animal

espesa, calcinante y fría.

Eres un beso ancestral en la espalda

mordiendo una y otra vez,

arrancado a grandes trozos

la carne posible del alucinado,

oculum abierto en la pelvis

me hace saber que nunca fuiste mía,

que los cuerpos fusionados

tienen un milímetro de hastío,

un infinito de soledad,

un abismo ennegrecido que los separa,

deshace los vientos boreales

deshace las fibras de los cactus

los hace huecos,

vanos,

ya no podrán ser llenados,

las serpientes no podrán entregarse,

los cuernos de venado

extravían en bifurcaciones,

las raíces salen al espacio

y me llevan,

me llevan,

alejándome del secreto.

Subo a la montaña,

en lo alto de las nubes

busco el nacimiento del agua,

ahí cavo mi sepultura

en otra sepultura,

me espera,

me llama

tu voz,

me parece lejana,

tus labios

            ya no se mueven,

dos dedos hacen signos

color del cielo,

sufrimiento del inframundo.

Te veo por última vez,

los sueños son visiones,

tu cuerpo frágil

                        ahora es carroña.

jueves, 8 de junio de 2023

VUELO

 

VUELO

 

Nekromantik

 

 


…Ni siquiera sé cómo ni por qué estoy aquí. Ni tampoco quiero saberlo.

Ahora que el miedo va cediendo poco a poco, junto al dolor siento una tranquilidad que me arropa el cuerpo y el alma. El rojo clavel de sangre que se formó en el pecho, en el costado. muy cerca del corazón, adquiere ahora la tonalidad de un púrpura muy oscuro, casi negro, que me recuerda los inicios de mi vida saliendo de ese fondo abismal de tierra y agua. El cuchillo vive como recuerdo en los bordes lacerados de la herida, diciéndome cosas que ya casi no logro entender.

            Del orificio que chorrea la sangre han brotado múltiples manchas negras que contienen un vacío que ha consumido ya buena parte de mi ser. Mis brazos ya no están, pero aún los siento como una luz apagándose, derritiéndose en el suelo como fragmentos de sensaciones que, adormecidas, penetran al interior de la tierra. Mi pecho empieza a abrirse desde el centro y muestra los fantasmas que han estado conmigo… se escapan haciendo más profundo el vacío abismal.  Inclusive, la fuerza generadora de mi vientre ya flota en el aire como una chispa de fuego que se despega de las ascuas para volar y extinguirse, apagarse, con la lentitud de un minúsculo instante.

            Ahora que mi visión empieza a recobrar las apariencias originarias, mirada de feto ciego en el interior pleno de su ser, puedo ver las cosas que me abandonan y las que abandono. Mi forma de árbol no será más, ni el aire llenando mi cuerpo con el ímpetu de un ave que desliza sus alas en mi interior. ¿Dónde estarán los caminos que he pisado, donde las flores muertas que he besado? ¿los colores sin color serán el dominio, el cielo será el fondo de la cueva? Ya no importa esto, ni lo siento ya dentro de mí.

El círculo negro se va cerrando y en lo oscuro encuentro otros seres, sombríos y profundos que pueden ver todas las cosas, las que fui y las que seré. Mi corazón late cada vez más lento en un fluir azabache, se abre para dejar que la serpiente de las raíces le muerda y le devore al fin; sus pequeños ojos se agrandan y me llenan para que yo sea ellos mismos, soy la visión de esta tumba que se ha abierto en lo ancestral del tiempo.

            Esta última exhalación quiere ser definitiva. La detengo un momento más con el postrer deseo de sentir en los labios las alas de demonio del humo del hashish … veo en ella… vuelo en ella…

domingo, 21 de mayo de 2023

SÏCARÏUS

 

SÏCARÏUS


                                                                                                                                 
                                                                                                             Nekromantik

recuerda a Maldoror.


¿Cómo hablar de lo que siento?

¿Cómo mostrar los anhelos?

Si para esto no hay palabras:

deseo, amor, pasión,

son sólo sonidos escapados

del silencio,

llenos de telúricos espectros,

yermos disfrazados con pétalos de carne.

 

Lo que vengo a proclamar

es que acecho agazapado

hasta poder destrozarte;

golpearte con el puño

tantas veces

que los nudillos exhiban el hueso,

blanco verdugo de líneas consteladas,

sacar con el índice el glóbulo ocular,

deshacer tus visiones,

romper los contenidos del alma,

hasta que sólo quede

el brillo ancestral de mi mirada,

sacar uno a uno tus dientes,

colgarlos en mi pecho

para que desgajen el sudor.

 

Con palpitaciones sin diástole

asfixiar tus húmedos orificios,

puñales clavados

en la noche de tu cuello,

morder tus pezones

hasta que en ellos pueda beber

leche sanguinolenta,

alimento de un animal en celo;

rasgar tu vientre con las uñas,

penetrar en las entrañas abismales,

infectar con el aliento tus ovarios,

fecundar con saliva

cada una de tus células,

tragar tus labios vaginales,

hostia sagrada,

comunión,

 conjunción.

 

La boca, unida al ano,

una entra, el otro recibe,

se llena,

se hastía

de flujo,

de secreciones laceradas;

disolver con mi lengua

el terciopelo de tu pubis,

seguir el liquido

que repta ansioso

hasta tus pies,

confundirme con él,

hacerme uno con él

y desde ahí reconstruirte,

vomitarte lentamente

forjarte en cada uno de los despojos,

darte figura masculina,

entregarte el cuerpo entero,

las venas,

 el silencio,

lo negro de mi alma,

y así, puedas destruirme,

acabarme de un tajo,

encajarme tu palabra,

porque sólo así puedo decir

lo que está en tu boca,

lo que está en tu frente,

en tu sombra,

en nuestra vida.

 

Nekromantik

traiciona a Maldoror.

 

 

Las palabras, del eco vacío saciadas,

diluyense en siete ciclos mortales;

antiguos deseos de criminales

dictan la intención de nuestras miradas.

 

Mi visión es de voces trastornadas,

a mi tacto, dispensan dos puñales

para violar tus carnes virginales

y recobrar nuestras vidas pasadas.

 

Del clítoris la sangre es la sustancia,

bebo en tu pubis elixir podrido

y en tus ojos miro lunas de infancia,

 

en tu muerte el maldito es redimido

al ser flujo con distinta fragancia

que de tanto infinito se ha nutrido.

ESTA BALA ES PARA TI

 

ESTA BALA ES PARA TI

Nekromantik


—¡¡¡Pelotón!!! ¡¡¡Preparen!!!

A esa orden del sargento, el cabo Justino Valerio corrió el cerrojo de su Mauser 98.

Después de la batalla de Zináparo, su unidad había capturado a una docena de rebeldes cristeros, todos ellos gente de los poblados cercanos a La Piedad. Él mismo era originario de Ziquítaro, uno de esos pueblos, y por eso mismo los prisioneros se le hacían cercanos.

            A lo largo de la mañana ya se había procedido al fusilamiento de cuatro cristeros con el recurso militar de traición a la Patria y sedición. A ninguno de ellos se les leyó ni declaró la sentencia del apurado consejo militar que se formó entre los mandos la noche anterior, presurosos para terminar con el asunto y continuar con la borrachera de festejo. Simplemente, se les sacó del cuartucho de la casa que se tomó como cuartel y se les llevó a las caballerizas, en la parte de atrás, y recargados en la pared, uno a uno fueron pasados por las armas mientras gritaban ¡Viva Cristo Rey!.

Ahora le tocaba al grupo de Justino ejecutar la sentencia con un hombre que, según escuchó, no quiso que le vendaran los ojos.

—¡¡¡Apunten!!!

            El sargento alzó la ya oxidada espada. Justino se colocó la Mauser en el hombro y se acomodó la culata para que el golpe del disparo aminorara. Cerró el ojo derecho y con el izquierdo bien abierto miró a lo largo del cañón por detrás de la mira.

Casi suelta el rifle y se va de espaldas cuando logró enfocar al hombre que estaba frente al pelotón. Su pecho erguido con orgullo portaba un escapulario del Sagrado Corazón que, él sabía, del otro lado tenía a san Francisco de Asís; era como el que él tenía guardado entre su mochila de campaña, oculto para que ninguno de sus compañeros lo descubriera.

El rostro del hombre presentaba un aspecto de cansancio, su barba ya canosa estaba descuidada y el polvo que se le había pegado lo hacían ver más viejo. Los ojos brillaban con una suerte de entre amargura y furia. Esos ojos eran bien conocidos por Justino: eran los de Tiburcio Valerio, su padre.

Justino comprendió que no tenía que hacer ningún gesto que delatara su posición pues corría el peligro de ser considerado como traidor al Ejercito. Pero, ¡maldita sea!, pareciera que su padre no lo había reconocido, o no había querido hacerlo. Podía romper con todo y salir corriendo a sacar a su padre de ese trance y, aunque los acribillaran a los dos, estar con él en ese último momento. O podía disparar e intentar pegarle a la pared para que su bala no penetrara el cuerpo de su progenitor y así no ser partícipe de aquello y no sentir culpa por su muerte.

No sabía qué hacer, pero tenía que hacer algo. Al fin y al cabo, el destino los había puesto a los dos, por caminos diferentes, en ese mismo sitio y cada quien tenía que asumir su responsabilidad.

—¡¡Ay, ay!! ¡Tiburcio, padre mío! Musitó muy quedo el cabo Justino.

¡¡¡Fuego!!!

            La oxidada espada del sargento cayo y al mismo tiempo, el cabo Justino apretó el gatillo; mientras, detrás de la mira del rifle, los ojos de su padre lo miraban fijamente.