CONIUNCTIO
Tu vientre gime a mi lado,
mientras tus uñas crecen en mis dedos
tu aliento sale por mi pecho.
Juntos levantamos pesadas
piedras,
buscamos fulgor de estrellas,
en la melancólica tierra
sembramos huesos de panteón,
acariciamos la sombra de lo invisible.
Has entrado por mi boca
como misericordiosa depredadora de sueños
consumes mis residuos poco a poco,
me obligas a postrarme a los ojos de la noche
a vivificar espectros que antes no veía
a caminar sin mover los pies;
sentir que no hay movimiento en el suelo
cuando giramos en un ciclo,
en un origen devorando un final
alcanzamos a meter las manos
en los reinos de la demencia.
Has venido a enseñarme,
como un espejo sin imágenes
reproduces los sufrimientos,
un miedo sagrado escurre leche de animal
espesa, calcinante y fría.
Eres un beso ancestral en la
espalda
mordiendo una y otra vez,
arrancado a grandes trozos
la carne posible del alucinado,
oculum abierto en la pelvis
me hace saber que nunca fuiste mía,
que los cuerpos fusionados
tienen un milímetro de hastío,
un infinito de soledad,
un abismo ennegrecido que los separa,
deshace los vientos boreales
deshace las fibras de los cactus
los hace huecos,
vanos,
ya no podrán ser llenados,
las serpientes no podrán entregarse,
los cuernos de venado
extravían en bifurcaciones,
las raíces salen al espacio
y me llevan,
me llevan,
alejándome del secreto.
Subo a la montaña,
en lo alto de las nubes
busco el nacimiento del agua,
ahí cavo mi sepultura
en otra sepultura,
me espera,
me llama
tu voz,
me parece lejana,
tus labios
ya no
se mueven,
dos dedos hacen signos
color del cielo,
sufrimiento del inframundo.
Te veo por última vez,
los sueños son visiones,
tu cuerpo frágil
ahora
es carroña.
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