POST MORTEM
Nekromantik
La oscuridad se acentuaba porque no
podía abrir los párpados. El rigor mortis
se había extendido a la mandíbula, los músculos del cuello y el tronco de su
cuerpo. Tuvo que pasar un largo rato para que el doloroso esfuerzo le
permitiera entreabrir los ojos y distender los tendones faciales. Pero la
oscuridad prevalecía. Como un lento espasmo,
la mano derecha se alzó y palpó su rostro: las costras de sangre no se habían
desprendido totalmente, su frente tenía aún los pequeños montículos provocados
por múltiples y profundos piquetes. Al tocarse el cuerpo, notó que empezaba a
presentar los rasgos de una incipiente putrefacción producto de los agentes
bacterianos que habían hinchado la piel.
Poco a poco se incorporó y logró distinguir entre
la oscuridad las sucias paredes de una habitación que servía como bodega de
cosas tan variopintas como cajas con increíbles botellas de vidrio, atuendos de
mujer extremadamente adornados y paquetes brillantes de cannabis, la hierba del
desierto.
La
luz que se filtraba por la rendija de una desvencijada puerta de madera lo
atrajo como polilla.
Al abrir la puerta la visión obnubilada de un
mundo estrafalario se le vino encima. Multitud de personas sucias y con rostros
poco amigables bailaban apretujándose entre sí en un espacio tan pequeño que
era imposible diferenciar cabalmente sus cuerpos. La luz multicolor le mareaba
y una serie de olores nauseabundos, entre licor agrio, sudor, mierda y hierba
quemada, lo sacudían haciendo que no prestara mucha atención en el rostro que
se apareció frente a él.
Abrió grandes los ojos
para verlo mejor; era, por decir algo, femenino, pues se alcanzaban a
distinguir detrás de una capa de burda pintura cosmética una boca jugosa y unos
ojos… raros, milenarios y profundos como los de un cordero.
-¡Vaya cruda! ¡hasta
que se le dio la gana despertar al angelito!
Las palabras salieron
tan violentamente de la jugosa boca que fueron un golpe que terminó por
despertar su entumecido y cuasi putrefacto cuerpo.
Volvió a mirar los ojos
y lo comprendió todo: era María de Magdala que venia a ser testigo de la Buena
Nueva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario