viernes, 18 de junio de 2021

POST MORTEM

 

POST MORTEM

Nekromantik


La oscuridad se acentuaba porque no podía abrir los párpados. El rigor mortis se había extendido a la mandíbula, los músculos del cuello y el tronco de su cuerpo. Tuvo que pasar un largo rato para que el doloroso esfuerzo le permitiera entreabrir los ojos y distender los tendones faciales. Pero la oscuridad prevalecía. Como un  lento espasmo, la mano derecha se alzó y palpó su rostro: las costras de sangre no se habían desprendido totalmente, su frente tenía aún los pequeños montículos provocados por múltiples y profundos piquetes. Al tocarse el cuerpo, notó que empezaba a presentar los rasgos de una incipiente putrefacción producto de los agentes bacterianos que habían hinchado la piel.

Poco  a poco se incorporó y logró distinguir entre la oscuridad las sucias paredes de una habitación que servía como bodega de cosas tan variopintas como cajas con increíbles botellas de vidrio, atuendos de mujer extremadamente adornados y paquetes brillantes de cannabis, la hierba del desierto.

            La luz que se filtraba por la rendija de una desvencijada puerta de madera lo atrajo como polilla.

 Al abrir la puerta la visión obnubilada de un mundo estrafalario se le vino encima. Multitud de personas sucias y con rostros poco amigables bailaban apretujándose entre sí en un espacio tan pequeño que era imposible diferenciar cabalmente sus cuerpos. La luz multicolor le mareaba y una serie de olores nauseabundos, entre licor agrio, sudor, mierda y hierba quemada, lo sacudían haciendo que no prestara mucha atención en el rostro que se apareció frente a él.

Abrió grandes los ojos para verlo mejor; era, por decir algo, femenino, pues se alcanzaban a distinguir detrás de una capa de burda pintura cosmética una boca jugosa y unos ojos… raros, milenarios y profundos como los de un cordero.

-¡Vaya cruda! ¡hasta que se le dio la gana despertar al angelito!

Las palabras salieron tan violentamente de la jugosa boca que fueron un golpe que terminó por despertar su entumecido y cuasi putrefacto cuerpo.

Volvió a mirar los ojos y lo comprendió todo: era María de Magdala que venia a ser testigo de la Buena Nueva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario