miércoles, 2 de junio de 2021

espejo humeante

 

ESPEJO HUMEANTE

Nekromantik


Ni siquiera las grandes dosis de olanzapina que me han inyectado en las últimas semanas pueden borrar la terrorífica imagen. Me acompaña desde aquella lejana tarde en que fume psilocibina en una pipa de barro comprada en Tula.

            Se presenta siempre, permanentemente, bajo una especie de vibración ondulatoria que muestra a un ser con el rostro pintado de amarillo con franjas negras a la altura de la nariz y la barbilla, de su pecho cuelga un solo ojo. Su aspecto es atemorizante pero atractivo. Sin embargo, lo que más me produce terror es que siempre me doy cuenta de que esa especie de humo ondulatorio que lo entre cubre se eleva desde su pie derecho mutilado, que sólo muestra el hueso expuesto y un borboteante chorro de sangre que se extiende a su alrededor despidiendo ese vaho que me parece pestilente.

            Hoy, después de la inyección, tengo una esperanza: creo que he encontrado la clave para despojarme de este ser espantoso. Siempre suena en mi cabeza una voz lejana que, eso creo, surge de sus labios sin moverse: In Yohualli in Ehecatl. Esas palabras son tan constantes que me han llevado a deletrearlas una y mil veces aunque sepa que están pronunciadas en una lengua y con un sentido ajenos. Yohualli, noche, Ehecatl, viento. Noche, oscuridad, invisibilidad. Viento, transparencia, impalpabilidad. Todas las veces las pronunciaba separadas; pero ahora, tengo en mi lengua la clave: no son separadas, deben ser unidas. SER invisible e impalpable, estar ENTRE la noche y el viento. Tengo la palabra… solo es cuestión que la pronuncie para liberarme.

            ¡Yohualehecatitlan! Por fin, la he pronunciado y siento como mi cuerpo comienza a disolverse en el aire, como mis pensamientos se van hacia las sombras.

En este sublime momento de liberación tengo una última y aterradora visión: ahí, frente a mí, ya no esta el ser de un solo ojo , estoy yo, semiborroso y con la cara pintada de amarillo con franjas negras a la altura de la nariz y la barbilla. Lo más pavoroso es ver un pestilente humillo que sube desde la extremidad inferior de mi pierna derecha: ¡entre un caliente y enorme charco de sangre y olanzapina, mi pie desprendido es devorado por un monstruo en forma de lagarto, mientras mis labios sin moverse pronuncian: In Yohualli in Ehecatl!

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