SÏCARÏUS
recuerda a Maldoror.
¿Cómo hablar de lo que siento?
¿Cómo mostrar los anhelos?
Si para esto no hay palabras:
deseo, amor, pasión,
son sólo sonidos escapados
del silencio,
llenos de telúricos espectros,
yermos disfrazados con pétalos de carne.
Lo que vengo a proclamar
es que acecho agazapado
hasta poder destrozarte;
golpearte con el puño
tantas veces
que los nudillos exhiban el hueso,
blanco verdugo de líneas consteladas,
sacar con el índice el glóbulo ocular,
deshacer tus visiones,
romper los contenidos del alma,
hasta que sólo quede
el brillo ancestral de mi mirada,
sacar uno a uno tus dientes,
colgarlos en mi pecho
para que desgajen el sudor.
Con palpitaciones sin diástole
asfixiar tus húmedos orificios,
puñales clavados
en la noche de tu cuello,
morder tus pezones
hasta que en ellos pueda beber
leche sanguinolenta,
alimento de un animal en celo;
rasgar tu vientre con las uñas,
penetrar en las entrañas abismales,
infectar con el aliento tus ovarios,
fecundar con saliva
cada una de tus células,
tragar tus labios vaginales,
hostia sagrada,
comunión,
conjunción.
La boca, unida al ano,
una entra, el otro recibe,
se llena,
se hastía
de flujo,
de secreciones laceradas;
disolver con mi lengua
el terciopelo de tu pubis,
seguir el liquido
que repta ansioso
hasta tus pies,
confundirme con él,
hacerme uno con él
y desde ahí reconstruirte,
vomitarte lentamente
forjarte en cada uno de los despojos,
darte figura masculina,
entregarte el cuerpo entero,
las venas,
el silencio,
lo negro de mi alma,
y así, puedas destruirme,
acabarme de un tajo,
encajarme tu palabra,
porque sólo así puedo decir
lo que está en tu boca,
lo que está en tu frente,
en tu sombra,
en nuestra vida.
Nekromantik
traiciona a
Maldoror.
Las palabras, del eco vacío saciadas,
diluyense en siete ciclos mortales;
antiguos deseos de criminales
dictan la intención de nuestras miradas.
Mi visión es de voces trastornadas,
a mi tacto, dispensan dos puñales
para violar tus carnes virginales
y recobrar nuestras vidas pasadas.
Del clítoris la sangre es la sustancia,
bebo en tu pubis elixir podrido
y en tus ojos miro lunas de infancia,
en tu muerte el maldito es redimido
al ser flujo con distinta fragancia
que de tanto infinito se ha nutrido.