sábado, 29 de abril de 2023

MI LENGUAJE

 

 MI LENGUAJE NO DICE NADA, SOLO ESTÁ EN EL ÁRBOL

 

Nekromantik

 

 







I

El decir del lenguaje se vuelve, y esa es su esencia, unívoco, con significados arbitrariamente consensuados que determinan las estructuras con las que se ordena la llamada realidad. El lenguaje es lo real, es lo que esencializa las cosas en la conciencia. Así, se va especializando y volviendo estructura caduca, estática, sin mayor grado de relación con el mundo que el que él mismo impone. Pero en el ser humano duerme el mundo abierto de lo no dicho, de lo no expresado con los convencionalismos, el lenguaje arcaico de la tierra que lleva al hombre a nombrar las cosas con sentidos múltiples y polivalentes.

El sentido último del lenguaje arcaico es hablar de la diosa en sus manifestaciones: nacimiento, vida, luna, sexo, muerte. El lenguaje de la diosa es la poesía. La poesía es la palabra sin sentido, la palabra-símbolo que revela mundos ajenos y distantes. Su vehículo es la imaginación. La poesía nos vuelve al ser esencial, primigenio, al niño creador que juega a crear mundos. La poesía canta las voces del abismo, canta lo milagroso de ser un dios escondido, un ser de raíces milenarias que se clavan en lo más profundo de la tierra.

 

Yo soy más planta que animal

por mis venas corre el agua de las profundidades

la tierra humedece la carne

estrellas emanadas de las grietas

condensan las metáforas

en las manos ramas

que atestiguan el paso de los dioses

yo tengo la saliva de copal

para delinear en el aire

la figura de los rayos de la luna

divina mujer que amamanta el envés de las hojas

con la muerte creadora

inmemorial asesina

clamando su tesoro en los ojos que se vuelven nudo

madre de piernas abiertas

que se desmaterializa

para ser alimento en las cuevas subterráneas

yo soy tu hijo

y tu amante

conozco tu lenguaje de movimientos

de viento y de agua

de fuego y ceniza

tu lengua primordial que ordena los ciclos

que arrastra consigo al propio sol

yo soy tu propia sombra

soy tu abrigo y tu puñal

soy tu padre y tu matador

conmigo los secretos se nombran

y se desdibuja el horizonte

contigo las palabras se aniquilan

las sombras crean figuras

eternas presencias que se mueven con tu llanto

mi boca encaja

perfecta

en la curvatura de tu entrepierna

madre, soy tuyo

para que seas mía

en las raíces y en lo invisible de mi tronco.

 

II

Hay algo que nos llama desde la tierra, el sentido de la tierra, que desbarata todas nuestras concepciones y proyecciones de lo que las cosas son. Algún día seremos enterrados y nuestro ser reconocerá las letras que definen el lenguaje de la vida y la muerte, las runas con las que los druidas susurraban los silencios, los símbolos que ocultan una cara en lo más profundo de las grutas, en los ríos subterráneos, en las capas líticas donde reposan nuestros ancestros. Algún día seremos enterrados y podremos hablar con los muertos, con todos los muertos que se han vuelto árboles después de lo fugaz, que viven un tiempo diferente y que se comunican con los movimientos de la tierra.

El alfabeto de los árboles señala hacia arriba y hacia abajo, hacia adentro y hacia afuera, no hay direcciones ni líneas. El viejo de la montaña, líder de los hashshashin, los fumadores de hashish, escupió en el libro de las ensoñaciones, página de intersección de atrás para adelante, párrafo intermedio entre las palabras “laguna” y “matarlo” que “seguir en el mundo con la apariencia de un hombre es la peor pérdida de sentido, la carne y la mente deben ser madera y savia para poder leer en el tiempo los secretos de la luna y copular con el sol en la lengua de las letras no escritas”.

El lenguaje primario que antecede todas las cosas se forma de la tierra húmeda, es el nigredo en el que todo descansa y en el que todo es. Las letras son las intrincadas raíces que están en todas partes, que enredan la existencia y le dan sustento sin hacerse visibles. Los árboles hablan de lo invisible y de lo indecible, sus palabras son el todo, cada una está compuesta de todas las posibilidades de decir, una sola letra, la tírema, es todas las letras y ninguna, es todos los sentidos y ninguno, con ella se forma el alfabeto y el mundo, esta entrecruzada en las ramas y en la venas de los vivos, está disuelta en los jugos de putrefacción de los muertos, está aquí y en todas partes, su voz es el interior de la tierra y su acento la superficie en donde se mueve su lenguaje.

 

Tírema

los gritos de las piedras

las alucinaciones de las plantas

el magno sonido de las estalactitas

el llamado sexual de los cristales

mi cabeza sin cráneo arrojada al pie del mezquite

mantra acuoso en el limo del desierto

sombra luminosa en el suelo de los bosques

cueva de flores negras que apestan a veneno

laberinto de sollozos que viaja con el viento

tírema

lamento de las bestias en el fondo de la vida

halcón que flota debajo de las aguas

mordida de perro que no rasga

lactante que dibuja con su dedo un sonido

todos somos la capa y la corteza

somos en su negrura

padre-madre de caderas y falo enhiesto

nido genésico que es tumba

la luz nutre a la oscuridad

la oscuridad genera la luz

todos corremos sin tiempo

sin espacio ni anatomía

todos somos sólo proceso

sólo un punto en los anillos de los árboles

ahí está nuestra historia

guardada

oculta

solo dicha con el lenguaje del silencio

el mundo vaga entre las vetas del árbol.

 

 

III

 

El hombre ha olvidado la letra sagrada, su lenguaje ha corrompido la infinitud y lo ilimitado. Ser hombre es ser un ser ajeno, un extranjero en su propia casa; ser hombre es ser ropaje y encubrimiento. Ser hombre es ser verdad. Pero los animales no olvidan, su memoria no retiene, amplia el mundo, porque el mundo es cada objeto y cada objeto es el mundo, no hay límites en la visión del animal, saben hablar sin nombrar, cada sonido es palabra distinta que lleva al momento eterno de lo sacro.

Los pájaros les enseñaron a recordar, a pronunciar con sonido el silencio de las pisadas de la vida al interior del Gran Árbol, a reconocer como hablan las hojas entre sí, los pájaros son árbol que se mueve, que vuela y tiene lazos invisibles con todas las cosas. Los pájaros enseñan a bendecir y a maldecir, son el oráculo de los descarnados, la voz de los enterrados, la muerte de los vivos.

El lenguaje de los pájaros no es sonido, es el acoplamiento del viento y de la tierra, del agua y del fuego; sólo los pájaros saben que antes de la vida está la muerte, que hay en lo podrido el germen de lo nutricio. Hoy, un colibrí me dijo que el destino no es más que un sendero que se ha bifurcado de la gran rama del árbol. Hoy me he enterado de que el nido, que la casa está muy lejos, que recorre el tronco y se hunde en la tierra. El colibrí muere cada que su corazón late con acelerado ritmo; ese es su mensaje, su lenguaje, su vuelo es sabiduría que encarna lo desconocido, lo que hemos olvidado. Solo los pájaros son poetas, solo el poeta es hombre-pájaro.

 

Dime que recuerdas la oscuridad

dime que aún laten tus alas entre la rama

que tus ojos no ven al frente sino a los lados

dime que puedes bailar en el espacio

volar entre las distancias

dime que reconoces la ruta primordial

que sabes de la arquitectura de la diosa

dime que sabes cantar las fórmulas de los adivinos

que eres el mensajero de los muertos

dime que me entiendes

y que te entiendo

dime que tu voz es silencio

que no te escucho

dime que soy nada

porque soy letra y palabra.

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