MI LENGUAJE NO DICE NADA, SOLO ESTÁ EN EL
ÁRBOL
Nekromantik
I
El
decir del lenguaje se vuelve, y esa es su esencia, unívoco, con significados
arbitrariamente consensuados que determinan las estructuras con las que se
ordena la llamada realidad. El lenguaje es lo real, es lo que esencializa las
cosas en la conciencia. Así, se va especializando y volviendo estructura
caduca, estática, sin mayor grado de relación con el mundo que el que él mismo
impone. Pero en el ser humano duerme el mundo abierto de lo no dicho, de lo no
expresado con los convencionalismos, el lenguaje arcaico de la tierra que lleva
al hombre a nombrar las cosas con sentidos múltiples y polivalentes.
El sentido último del lenguaje arcaico es
hablar de la diosa en sus manifestaciones: nacimiento, vida, luna, sexo,
muerte. El lenguaje de la diosa es la poesía. La poesía es la palabra sin
sentido, la palabra-símbolo que revela mundos ajenos y distantes. Su vehículo
es la imaginación. La poesía nos vuelve al ser esencial, primigenio, al niño
creador que juega a crear mundos. La poesía canta las voces del abismo, canta
lo milagroso de ser un dios escondido, un ser de raíces milenarias que se
clavan en lo más profundo de la tierra.
Yo
soy más planta que animal
por
mis venas corre el agua de las profundidades
la tierra humedece la carne
estrellas
emanadas de las grietas
condensan
las metáforas
en
las manos ramas
que
atestiguan el paso de los dioses
yo tengo la saliva de copal
para
delinear en el aire
la figura de los rayos de la luna
divina
mujer que amamanta el envés de las hojas
con
la muerte creadora
inmemorial
asesina
clamando
su tesoro en los ojos que se vuelven nudo
madre
de piernas abiertas
que
se desmaterializa
para
ser alimento en las cuevas subterráneas
yo
soy tu hijo
y
tu amante
conozco
tu lenguaje de movimientos
de
viento y de agua
de
fuego y ceniza
tu
lengua primordial que ordena los ciclos
que
arrastra consigo al propio sol
yo
soy tu propia sombra
soy
tu abrigo y tu puñal
soy
tu padre y tu matador
conmigo
los secretos se nombran
y
se desdibuja el horizonte
contigo
las palabras se aniquilan
las
sombras crean figuras
eternas
presencias que se mueven con tu llanto
mi boca encaja
perfecta
en
la curvatura de tu entrepierna
madre,
soy tuyo
para
que seas mía
en
las raíces y en lo invisible de mi tronco.
II
Hay
algo que nos llama desde la tierra, el sentido de la tierra, que desbarata
todas nuestras concepciones y proyecciones de lo que las cosas son. Algún día
seremos enterrados y nuestro ser reconocerá las letras que definen el lenguaje
de la vida y la muerte, las runas con las que los druidas susurraban los
silencios, los símbolos que ocultan una cara en lo más profundo de las grutas,
en los ríos subterráneos, en las capas líticas donde reposan nuestros
ancestros. Algún día seremos enterrados y podremos hablar con los muertos, con
todos los muertos que se han vuelto árboles después de lo fugaz, que viven un
tiempo diferente y que se comunican con los movimientos de la tierra.
El alfabeto de los árboles señala hacia
arriba y hacia abajo, hacia adentro y hacia afuera, no hay direcciones ni
líneas. El viejo de la montaña, líder de los hashshashin, los fumadores
de hashish, escupió en el libro de las
ensoñaciones, página de intersección de atrás para adelante, párrafo
intermedio entre las palabras “laguna” y “matarlo” que “seguir en el mundo con la apariencia de un hombre es la peor pérdida de
sentido, la carne y la mente deben ser madera y savia para poder leer en el
tiempo los secretos de la luna y copular con el sol en la lengua de las letras
no escritas”.
El
lenguaje primario que antecede todas las cosas se forma de la tierra húmeda, es
el nigredo en el que todo descansa y en el que todo es. Las letras son
las intrincadas raíces que están en todas partes, que enredan la existencia y
le dan sustento sin hacerse visibles. Los árboles hablan de lo invisible y de
lo indecible, sus palabras son el todo, cada una está compuesta de todas las
posibilidades de decir, una sola letra, la tírema, es todas las letras y
ninguna, es todos los sentidos y ninguno, con ella se forma el alfabeto y el
mundo, esta entrecruzada en las ramas y en la venas de los vivos, está disuelta
en los jugos de putrefacción de los muertos, está aquí y en todas partes, su
voz es el interior de la tierra y su acento la superficie en donde se mueve su
lenguaje.
Tírema
los
gritos de las piedras
las
alucinaciones de las plantas
el
magno sonido de las estalactitas
el llamado sexual
de los cristales
mi
cabeza sin cráneo arrojada al pie del mezquite
mantra
acuoso en el limo del desierto
sombra
luminosa en el suelo de los bosques
cueva
de flores negras que apestan a veneno
laberinto
de sollozos que viaja con el viento
tírema
lamento
de las bestias en el fondo de la vida
halcón
que flota debajo de las aguas
mordida de perro
que no rasga
lactante
que dibuja con su dedo un sonido
todos
somos la capa y la corteza
somos
en su negrura
padre-madre
de caderas y falo enhiesto
nido
genésico que es tumba
la
luz nutre a la oscuridad
la
oscuridad genera la luz
todos
corremos sin tiempo
sin
espacio ni anatomía
todos
somos sólo proceso
sólo
un punto en los anillos de los árboles
ahí
está nuestra historia
guardada
oculta
solo
dicha con el lenguaje del silencio
el
mundo vaga entre las vetas del árbol.
III
El
hombre ha olvidado la letra sagrada, su lenguaje ha corrompido la infinitud y lo
ilimitado. Ser hombre es ser un ser ajeno, un extranjero en su propia casa; ser
hombre es ser ropaje y encubrimiento. Ser hombre es ser verdad. Pero los
animales no olvidan, su memoria no retiene, amplia el mundo, porque el mundo es
cada objeto y cada objeto es el mundo, no hay límites en la visión del animal,
saben hablar sin nombrar, cada sonido es palabra distinta que lleva al momento
eterno de lo sacro.
Los pájaros les enseñaron a recordar, a
pronunciar con sonido el silencio de las pisadas de la vida al interior del
Gran Árbol, a reconocer como hablan las hojas entre sí, los pájaros son árbol
que se mueve, que vuela y tiene lazos invisibles con todas las cosas. Los
pájaros enseñan a bendecir y a maldecir, son el oráculo de los descarnados, la
voz de los enterrados, la muerte de los vivos.
El lenguaje de los pájaros no es sonido,
es el acoplamiento del viento y de la tierra, del agua y del fuego; sólo los
pájaros saben que antes de la vida está la muerte, que hay en lo podrido el
germen de lo nutricio. Hoy, un colibrí me dijo que el destino no es más que un
sendero que se ha bifurcado de la gran rama del árbol. Hoy me he enterado de
que el nido, que la casa está muy lejos, que recorre el tronco y se hunde en la
tierra. El colibrí muere cada que su corazón late con acelerado ritmo; ese es
su mensaje, su lenguaje, su vuelo es sabiduría que encarna lo desconocido, lo
que hemos olvidado. Solo los pájaros son poetas, solo el poeta es
hombre-pájaro.
Dime
que recuerdas la oscuridad
dime
que aún laten tus alas entre la rama
que tus ojos no
ven al frente sino a los lados
dime
que puedes bailar en el espacio
volar entre las distancias
dime
que reconoces la ruta primordial
que sabes de la arquitectura de la
diosa
dime
que sabes cantar las fórmulas de los adivinos
que eres el mensajero de los muertos
dime
que me entiendes
y que te entiendo
dime
que tu voz es silencio
que no te escucho
dime
que soy nada
porque soy letra y palabra.